Tiempo de descuento…

                                                

Hace días que veo todo igual que en esta foto, apenas una semana y nuestras rutinas volverán a cambiar, nos adaptaremos, seguro, pero sólo eso…

Con cada uno de vosotros he tenido esta misma sensación, da igual el tiempo que haga fuera, da igual que sepa que hay situaciones menos afortunadas que la nuestra, pero mi cristal está empañado siempre, con una lágrima esperando que llegue el día de volver al trabajo.

Siendo apenas una cría perdí el apetito una temporada, mi padre, que era el que solía sentarse conmigo a mediodía para compartir comida y confidencias, era militar por aquel entonces y tuvo que salir a navegar y me negué a comer si él no estaba en la mesa y dicen que me pasaba los días con una lagrimita en el borde de los ojos, una lágrima que no conseguían secarme ni los vecinos, ni los juegos con mi hermano, ni mi madre…Aquellos vecinos de antes, aquellos que tenían las puertas abiertas en el bloque y que acogían a niños propios y extraños mientras alguien iba a hacer un recado, preparaba la comida o fregaba el suelo («¡no pises que no está seco!»)…Un día sentada en el rellano, vi llegar a mi padre y con un «papaíto has venío» eché la lagrimita y recuperé las ganas de comer…

Pues hoy me siento igual, esa lágrima no asoma aún porque además siempre hay quien tiene preparada una frase de consuelo, pero el consuelo no va a llegar, tendrá que ser, volveremos a pasar por una separación, recuperaremos el tiempo perdido por las tardes, disfrutaremos de muchos ratos de teta y complicidad, seguiremos compaginando risas con sacaleches, otros brazos te cuidarán y lo harán desde el cariño porque además son brazos conocidos, e irán pasando los días, de hecho llevamos unos días ensayando esa separación y tú estás tranquila y agradeces la leche en diferido así que me lo estás poniendo fácil…y nos adaptaremos, sólo eso…no puede ser de otra manera ahora, damos las gracias por lo que hemos disfrutado hasta ahora y aprenderemos a disfrutar de otros tiempos también.

                                                       

Cada vuelta al trabajo me ha demostrado el infinito amor que nos tienen nuestros pequeños, dispuestos a perdonar cada separación, dispuestos a seguir compartiendo balbuceos y juegos porque sí, porque nos quieren con esa pureza que sólo los niños tienen…de hecho con el pasar de los años mis dos hijos mayores pasan muchas de sus vacaciones a más de 700 kilómetros de casa, disfrutando de la familia en mayúsculas, de otros sabores y otro clima, independientes y felices…seguros de encontrarnos con el pasar de los días, así que a mis tres hijos gracias por hacerme la vida más fácil…